
Ha llegado el sábado y es tiempo para hablar del género de espías. Hoy, nuestro artículo está dedicado a una producción de 1967, que fue protagonizada por James Coburn, quien en su momento fue uno de los grandes espías americanos de la década del 60, Derek Flint. Hoy en sábados de espías: ‘The President’s Analyst’ (1967).
Ficha técnica
USA, 1967: Intérpretes: James Coburn (Dr Sidney Schaefer), Godfrey Cambridge (Don Masters), Severn Darden (Kropotkin), Joan Delaney (Nan Butler), Pat Harrington (Arlington Hewes), Barry McGuire (Old Wrangler), James Gregory (Presidente), William Daniels (Wynn Quantrill), Will Geer (Dr Lee-Evans)
Director: Theodore J. Flicker – Guion: Theodore J. Flicker.
‘The President’s Analyst’
El sicoanalista Sidney Schaefer ha sido seleccionado por el servicio secreto para que se convierta en el terapeuta privado del presidente de los Estados Unidos. Pero las agobiantes sesiones a las que se ve sometido Schaefer terminan por desquiciarlo, y pronto cae en un estado paranoide, creyendo que todo el mundo lo está vigilando y que lo quieren matar o secuestrar por todo lo que se ha enterado. Fuera de sí, Schaefer decide fugarse, y ahora todo lo que él imaginaba ha comenzado a convertirse en real.
James Coburn
Considerando el éxito que había obtenido James Coburn con Our Man Flint, era lógico que se moviera dentro de carriles similares para terminar de afianzarse como superestrella del momento. Es por eso que El Analista del Presidente es lo más parecido a una secuela no oficial de Flint. Aquí no hay un ridículo súper espía, pero sí hay una ridícula comedia de espionaje, con Coburn haciendo de Coburn – sonriendo agrio frente a la cámara y dejando que las chicas de todo el mundo se derritan por él -, y con otros villanos incompetentes trazando un absurdo plan para dominar el mundo.
Comedia
El Analista del Presidente es una comedia plagada de buenas ideas; el problema es que Theodore J. Flicker es mejor guionista que director, y las escenas no le salen bien. Acá hay un siquiatra que es seleccionado para que actúe como analista del presidente; como el mandatario tiene una carga emocional impresionante – debido a su trabajo, debe lidiar con las tensiones de la Guerra Fría y la posibilidad de una guerra nuclear en cualquier momento, entre otras miles de cosas importantes -, al terapeuta se crea una personalidad y comienza a creer que todo el mundo lo vigila, y que lo van a matar cuando termine su trabajo ya que sabe demasiado.
Paranoia
El primer tercio del filme es algo denso. Las cosas mejoran cuando Coburn entra en contacto con el presidente y empieza a enloquecerse, con algún que otro gag inspirado. Luego la película cae en su ritmo, especialmente cuando Coburn, en su fuga, termina enredándose con los hippies y dando pie a algunas secuencias sicodélicas demasiado largas. Pero donde el filme logra recuperarse plenamente es con la entrada en escena de La Compañía de Teléfonos. Es tan brillante y absurdo el tercer acto, que es el que termina por redimir el filme. Es una lástima que todo lo precedente no se haya contagiado con el mismo nivel de locura.
Conclusiones
Finalmente es un libreto con cosas geniales, arruinado por el mismo director y creador. Toda la paranoia de la Guerra Fría y de los servicios de espionaje en pleno, y llena de gags absurdos. Pero hay tiempos muertos y escenas demasiado chatas, con lo cual el nivel es desparejo. La única excepción es la genial aparición de “La Compañía de Teléfonos”, un villano tan ridículo como temible.